miércoles, 17 de abril de 2013

Ayudar es la palabra...

Te siento distante. Leo las primeras noticias de la mañana y las lágrimas me corren, pienso en ti y en tu futuro, pienso en esa pequeña que te espera con ansias y en Michel, ávido de tus caricias. Te pienso tanto...........y sé que ahora mismo tú también piensas en nosotros.

Hace poco más de un año eras toda alegría, amabas sembrar plantas y reír junto a Amanda, tu pequeña de tan solo tres añitos. Recuerdo cómo salían a hacer ejercicios y para culminar la jornada solías hacerle un cuento, siempre fruto de tu prolífera imaginación. En la noche siempre se repetía la misma rutina: llegar temprano, coger un sillón o en última instancia "alquilar" un trocito del portal para entre anécdotas y chistes olvidarnos del insoportable calor.

Luego llegaba la pícara sonrisa de Michel y ya era evidente que sobrábamos. Era tarde y entonces, solo con la complicidad de la noche se acurrucaban hasta que amanecía, y el sol anunciaba otro día más. Los habitantes de tu tierra natal no disimulaban su orgullo y a cada paso se escuchaba: adiós doctora.

Éramos tan felices, ellos porque te tenían, yo porque podían descansar tranquila a sabiendas que mi mejor amiga estaría bien cerquita. Sin embargo un día llegó la noticia...

Partiste a tierras hermanas, pretendías erradicar el dolor o al menos aliviarlo. Me decías que era hora de borrar la palabra muerte y en cambio sembrar esperanzas siempre que se pudiera. No te entendí en aquel momento y entonces, esbozando la mejor de tus sonrisas argumentaste: Es hora de apoyar un proyecto que traerá beneficios a los más pobres, es hora de ayudar. Esas fueron tus últimas palabras.

Correos, fotos y siempre la convicción de serle útil al pueblo venezolano, siempre dispuesta a partir a las comunidades más lejanas, a montar a caballo a pesar de tu terror a estos animales, siempre presta a lo que fuera. Tus cartas revelan el dolor  que padecen los más pobres y todo el esfuerzo del gobierno por aliviarlos. Eran tantas anécdotas que a veces me sentía como en el portal de tu casa.

Hace tan solo unas horas me entero de lo que está propiciando la oposición, los llamados continuos a quemar y perpetrar violencia contra ustedes, ejércitos de batas blancas. Ustedes hacedores de la vida, tan hábiles curando aún distantes de sus familias, de su pueblo, de su Patria.

Salí a pensar, a que la sal y el sonido del mar sanaran mi indignación. Me senté a la orilla de la playa y solo atiné a repetir aquellas palabras tan tuyas: parto a ayudar al vecino, es hora de colaborar  con quienes realmente lo necesitan. No sé por qué terminé repitiendo la frase una y otra vez.

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