Por: Haniel Cáceres Navarro y Yaidima Díaz Gómez
Cae la tarde, solo estamos el mar, y yo; yo y el mar. El sonido me embelesa y pienso en ti, Cuba querida. Tan saqueada, tan vendida y habitada. Mi Cuba de ron, tabaco y café por las mañanas, de niños en las calles, de carriolas en los parques y hospitales para todos. Mi Cuba de escuelas en cuarteles, de viejos en las colas y de jóvenes con guitarras, de guaguas llenas y maniceros en las esquinas.
Mi Cuba querida, aquí te van mis palabras, mis letras, mis ganas de ti, aún habitándote. Será mi mirada, a veces descarnada, otras románticas, será mi propuesta habitual para hablarte a ti o de ti, ahora mismo no estoy segura.Aquí está mi palabra, mis oídos para ustedes, mis miradas a esta isla misteriosa que llevo dentro. Y está, por supuesto, esa increíble fe en el mejoramiento humano que moja mis pies cada tarde en el malecón matancero, y se arriesga a echar raíces allí donde late el corazón de esta cubanita.
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